“El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas”
(Chernobyl significa ajenjo en ucraniano)
(Apocalipsis según San Juan 8:10-11)
A pocos kilómetros de Chernobyl, hay una atmósfera radiactiva que no se puede ver, solamente intuir. Alimentos contaminados por Cesio 137 y Estroncio 90 son consumidos por los habitantes de estas zonas a diario haciendo que los isótopos radiactivos se depositen en sus cuerpos gradualmente. Estas personas quieren seguir viviendo en este lugar, son sus hogares, son sus vidas. “De algo hay que morir” comentan algunos con ironía. Así es la vida en una de las zonas más contaminadas del planeta. Años después todavía podemos ver los efectos del enemigo invisible. El precio de alimentarse en Chernobyl es una muerte lente y casi silenciosa.
El Ajenjo y el accidente nuclear de Chernobyl tienen una similitud.
El ajenjo es una planta con sabor amargo que se usa como tratamiento medicinal.
La central nuclear de Chernobyl tiene una historia amarga, pero esa historia podría sanar el
pensamiento de la gente sobre el uso de la energía nuclear y podría sanar los corazones de
egoísmo en la relación con la naturaleza.
Elena Volochay, (Habitante de la zona contaminada)