
El proyecto cultural LOTCA da lugar a sinfonías cromáticas de diversas disciplinas artísticas, mediante gestos, movimientos y sonidos, y especialmente de las artes visuales: la pintura, el arte gráfico, la fotografía, el videoarte, la música, la poesía y el ensayo. El proyecto se concibe como una instalación artística; LOTCA simboliza un arca que sirve de refugio a las artes y que, al navegar, le trae a la humanidad una imprescindible armonía.
LOTCA nos lleva en un viaje a través de las aguas, del espacio y del tiempo. El mensaje que pretende trasladarnos es que la vida, al igual que el agua, fluye. Como el pensamiento, LOTCA se desliza sobre el agua para servir de enlace entre distintos lugares, personas, asentamientos, ideas, vidas. Y, de la misma manera que el espíritu nos mantiene vivos, el agua es el símbolo material de este viaje. Nos acompaña durante toda nuestra vida, desde que nacemos hasta que traspasamos el umbral al más allá: el agua, como nuestra conciencia, forma parte de nosotros.
LOTCA es testigo de este fluir, el vehículo en el que viajamos entre lo material y lo inmaterial. Igual que el pensamiento, atraviesa el espacio sin ningún tipo de traba, sin barreras ni aduanas. Su historia se desarrolla al navegar, en su descenso desde los ríos hasta el mar. Y el agua, semejante a un espejo, se eleva hasta las nubes y, como un barco de pensamiento, genera vórtices en el agua de la realidad. Comparable a un viaje, LOTCA es un símbolo que nos abre las puertas a diversos acontecimientos, situaciones e historias –a veces de naturaleza dramática–, a la felicidad y la desesperación, a la sabiduría. Este barco es el útero que nos lleva a lo largo de nuestra vida, que nos prepara para el nacimiento y que, una vez que ha dejado atrás la aduana del Otro País, nos devuelve al vientre de la tierra.
Iulia Mihalcea
Comisaria
LOTCA
Esbozo hermenéutico de un viaje misterioso y visionario
Lotca, es un puente entre lo pragmático y lo sublime que, mediante su relación simbiótica con el agua, actúa como un nexo entre el cielo y la tierra. Lotca es una embarcación que, a través de esta palabra eslava, procede del interior de las estepas pónticas del norte y Eurasia. Dicha palabra, cargada de poesía e historia, desprende una fragancia íntimamente ligada al pueblo de los lipovanos y a su vida en armonía con el agua, allí donde el segundo mayor río de Europa –solo después del Volga– desemboca en el mar Negro. Un espacio dedicado a la divinidad, un santuario, un reflejo del cielo en la tierra.
Junto con los habitantes de este puerto mágico en el que se funden los distintos elementos, lugar de antinomias sagradas y de ontologías basadas en el sol y la luna, Lotca, el barco o arca, constituye un signo y un símbolo, o más bien un artefacto o vehículo. Es en sí mismo el resultado de un proceso de síntesis, indispensable para la vida y la muerte sobre las aguas, para la existencia y la trascendencia. La pesca es, al igual que la caza, una práctica ancestral, rica en connotaciones de carácter religioso y espiritual. Los pescadores lipovanos descienden de aquellos que pescaron por primera vez en el Don y en el Dniéper, quienes, fieles al antiguo rito ortodoxo, fueron declarados herejes y expulsados en dos oleadas por las reformas religiosas que Pedro el Grande y Catalina la Grande llevaron a cabo en el siglo XVIII. Fueron sus barcos los que los protegieron, los que se negaron a dejarlos marchar, a que los obligaran a separarse. En la mitología de diversas culturas del mundo, el barco representa una tabla de salvación tanto para el cuerpo como para el alma.
En este contexto, resulta instructivo analizar cómo ha evolucionado el arquetipo del barco en la fenomenología y en la hermenéutica posmoderna y estructuralista. El barco es asimismo una metáfora, un objeto de rica ornamentación y estéticamente deslumbrante que, envuelto en un inquietante halo de misterio, espiritualidad y divinidad, sirve de inspiración a pintores y poetas. Qué paradójico que el territorio donde se originó el pueblo rumano esté delimitado por el agua; a saber, por el mar Negro y los ríos Tisza, Danubio y Dniéster. Quizás no sea una coincidencia.
La pesca está vinculada a la contemplación y a la sabiduría hermética: de ahí que, de manera simbólica, sean pescadores los miembros de la primera casta de los reyes-sacerdotes, los brahmanes de la India, además de los druidas del mundo celta, los solomonari dacios o los chamanes presentes en varias culturas de Eurasia y de la América precolombina.
Jesús les dijo a los apóstoles: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres». De hecho, toda la era cristiana transcurre bajo la influencia del signo zodiacal de Piscis. El barco es un símbolo de la propia Iglesia; gracias al arca de Noé, la humanidad y la naturaleza sobreviven al diluvio universal y el ciclo de la civilización terrestre puede seguir su curso.
Las cuadernas de una embarcación, similares a las costillas del cuerpo humano, son elementos estructurales transversales que desempeñan una función crucial. Por ese motivo, en rumano y en otras lenguas existen palabras que se refieren tanto a una embarcación como a un receptáculo que contiene el fluido vital, un cáliz de maná caído del cielo, el santo grial.
En opinión del filósofo posestructuralista Michel Foucault, que estudió la relación entre el poder y el conocimiento –relación clave para poder ejercer un control social absoluto–, el barco ilustra a la perfección el significado de heterotopía, un concepto más bien abstracto y muy popular en la mayoría de tendencias del arte conceptual más reciente.
Sin embargo, puesto que el barco se construye con la sustancia de los sueños y del mundo onírico, resulta pertinente analizar su origen desde la perspectiva de la psicología abisal, un ámbito sin duda alguna privilegiado para la creatividad artística.
El barco fue inventado por los rusos, quienes tenían ascendencia vikinga a través de los varegos. Los eslavos, divididos y enfrentados durante la formación de su nación, les pidieron a los vikingos que les ayudaran a unificar a sus tribus (también los finoúgrios, ancestros de los finlandeses actuales, les hicieron una petición similar). Así nació la rus de Kiev, cuyo primer gobernante fue Rúrik, varego y fundador de la dinastía rúrika. Este breve recorrido histórico es relevante para conocer el origen del barco, que muchos etnohistoriadores creen que desciende del drakkar vikingo.
Texto crítico
Mihai Hurezeanu