Las obras que forman parte de la presente exposición pertenecen a la Colección Per Amor a l’Art –Fundació Per Amor a l’Art, Valencia. A través de una selección de piezas de sus fondos, el Museo de la Universidad de Alicante ofrece a la comunidad universitaria y a la sociedad alicantina la oportunidad de descubrir destacados autores contemporáneos de esta colección. La temática que inspira esta muestra gira en torno a la vulnerabilidad, una realidad compleja que ha adquirido notable protagonismo en los últimos tiempos a raíz de fenómenos como la desigualdad social, los efectos del cambio climático, la violencia de género, los movimientos migratorios o la reciente pandemia COVID. La reflexión teórica sobre la vulnerabilidad del ser humano no es reciente, sin embargo la urgencia de respuestas al momento que vivimos, tan comprometido en muchos aspectos, ha validado su actualidad.
De manera inmediata asociamos el concepto de vulnerabilidad con el de fragilidad. Ser vulnerable es ser un sujeto frágil. A menudo trasladamos esta condición sobre otros en razón de su género, su cuerpo o su posición social pero eludimos el pensamiento de que dicho estado es constitutivo de nuestra propia experiencia y, por tanto, consustancial a la naturaleza humana. La pensadora feminista Judith Butler ha propuesto repensar la vulnerabilidad como medio para alumbrar otros modelos de vida en común, basados en el reconocimiento de la interdependencia entre sujetos y en la necesidad de los cuidados. Por tanto, la vulnerabilidad no es motivo de inacción o sometimiento sino una oportunidad de emancipación social y resistencia política.
Con este espíritu surge la exposición Vulnerabilidad(es): como un acercamiento a las experiencias de la fragilidad desde la práctica artística que incite a comprendernos como seres vulnerables –tanto en las aristas sociales como individuales– pero capaces de actuar de forma colectiva para construir nuevas formas de relación entre nosotros y de nosotros con la naturaleza.
La fotografía documental, la performance feminista, el arte conceptual o la puesta en escena del cuerpo componen la diversidad de planteamientos e intereses artísticos con los que hemos hilvanado un discurso estético y visual sobre los diferentes planos de la vulnerabilidad. Los nombres que se han seleccionado son los de Yto Barrada (París, 1971), Paul Graham (Stafford, 1956), Edmund Clark (Gran Bretaña, 1963), Sanja Ivekovic (Zagreb, 1949), Francesca Woodman (Denver, 1958-Nueva York,1981), Iñaki Bonillas (Ciudad de Méjico, 1981) y José Guerrero (Granada, 1979).
La artista franco-marroquí Yto Barrada, en Reprendre Casa. Carrières Centrales, Casablanca (2013), documenta el estado actual del barrio de Carrières Centrales en Casablanca, construido a principios de la década de 1950 con la idea de transformar la periferia de la ciudad con un diseño arquitectónico de corte racionalista inspirado en elementos de la cultura vernácula. Un proyecto diseñado por arquitectos del país pero que resultó frío y discordante con el entorno. Con el tiempo sus moradores lo han ido transformando, añadiendo reformas y otras construcciones, delimitando escuetos jardines con palmeras entre los edificios o colocando tendederos en las terrazas y antenas parabólicas en ventanas y balcones. Con este trabajo, Barrada da cuenta de cómo los hábitos de vida de la población marroquí y sus formas de relación colectiva han alterado un proyecto urbanístico impuesto –de inevitables reminiscencias coloniales– para ir adaptándolo a las condiciones de su realidad socioeconómica.
En la serie A Shimmer of Possibility (2004-2006), Paul Graham transita por las calles de diferentes ciudades norteamericanas, interesándose por las vidas de marginados sociales y por las pequeñas historias de su precaria cotidianidad. A través de la observación del día a día en barrios humildes y áreas comerciales de zonas suburbanas, estas fotografías dejan adivinar, entre la ruina y la decadencia, el destello de una posibilidad. En la penumbra –material y moral– de estas escenas, en el rostro esquivo y el gesto absorto de quien habita los márgenes de la sociedad, se nos deja adivinar un momento de belleza, de ternura o de gracia que agrieta el sentimiento dominante de aporofobia.
Edmund Clark realizó el trabajo Guantanamo: If the Light Goes Out (2010-2013) en el Centro de Detención que Estados Unidos instaló en la bahía de Guantánamo, tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, para albergar a los sospechosos de complicidad o de intento de llevar a cabo actos de terrorismo contra intereses estadounidenses. En este lugar, los detenidos –todos hombres musulmanes–, hurtados al amparo de las normas legales y los convenios internacionales, fueron interrogados y torturados de forma continuada durante años. La mayoría de ellos han sido puestos en libertad sin cargos, y solo unos pocos fueron juzgados por las comisiones militares especiales creadas al efecto. En la serie fotográfica se confrontan los espacios donde se encuentran los detenidos, los espacios comunitarios y casas de los militares de la base naval y los hogares donde viven los ex detenidos tratando de reconstruir sus vidas. A pesar del vacío de las estancias y la asepsia que domina en los diferentes ambientes fotografiados, comprendemos la vulnerabilidad de los cuerpos ausentes, la violencia –física y psicológica– ejercida con encono sobre ellos, así como el peso de su lacra.
Otras veces, nos recuerda Sanja Ivekovic, la violencia puede ser “dulce”, como la ejercida sobre las mujeres a través de la inoculación sistemática de estereotipos de género en la sociedad de consumo. En el vídeo Instruction #1 (1976) aparece la artista mirando a cámara con semblante adusto mientras dibuja sobre su cara líneas negras siguiendo los gestos aprendidos de maquillarse. Esta suerte de parodia de anuncio publicitario deja un rostro con trazos que parecen de pintura de guerra y que ella misma acaba borrando con sus manos. Aquí el cuerpo femenino, en su vulnerabilidad, se transforma en medio de rechazo a la consigna de “estar bella” impuesta por el patriarcado, haciendo de lo privado asunto político.
Francesca Woodman convierte su propio cuerpo en el recurso habitual de sus fotografías, casi siempre puesto en escena de forma esquiva, como ente en movimiento de aspecto etéreo, a veces metamorfoseado, camuflado y otras enfrentado a su reflejo sobre un espejo. A menudo su cuerpo se representa de forma metonímica o acompañado por una parafernalia de fetiches diversos. En sus imágenes se hace patente la dualidad de la mujer como sujeto en su papel de artista y de su cuerpo como objeto de la mirada. En este trance escópico se expone la vulnerabilidad de su yo como cuerpo, a través de una mirada que se modula entre narcisista, voyeurista o fetichista, pero siempre un cuerpo que Woodman reclama como agente productor de significados.
El artista mejicano Iñaki Bonillas parte del archivo fotográfico de su abuelo republicano exiliado para la realización de A Storm of Secondary Things (2012). El conjunto está formado por un mosaico de imágenes recortadas y reencuadradas a fin de destacar objetos y sucesos secundarios –en la imagen original aparecen desenfocados, desplazados o inadvertidos– que de repente pasan a estar en primer plano. El recurso metafórico al virado de las imágenes con los colores secundarios –violeta, naranja y verde– vienen a reforzar esta idea de iluminar lo que parece irrelevante. La narrativa episódica y subjetiva de la secuencia fotográfica, junto al uso sesgado del archivo familiar de cuerpos y rostros incompletos, significa la fragilidad de la memoria –biográfica e histórica– que Bonillas, en clave conceptual, rescata desarmando los mecanismos de su propia desaparición.
Por último, las fotografías de José Guerrero, pertenecientes a la serie Chinle (Dust storm), Arizona (2011), nos hablan de la idea de paso del tiempo y de las cicatrices dejadas por la acción humana en el paisaje. Sus imágenes rastrean lugares cercanos de nuestra geografía u otros lejanos como en estas de Chinle en Arizona (Estados Unidos), con una mirada transversal que arma una visión de la naturaleza como representación alegórica de la historia. A través de paisajes áridos y desnudos, Guerrero nos enfrenta a la cara moribunda de la historia, esa que queda una vez se ha desvanecido el arcoíris de las utopías.