La obra de Cayetano Ferrández fundamentalmente fotográfica, se extiende de forma natural hacia el video y la escultura, con el énfasis de quien quiere recrear de nuevo las tres dimensiones perdidas en la foto. El autor nos propone introducirnos en su pequeño lugar de trabajo, haciéndonos participes de las escenografías en el espacio de la sala.
Los muñecos que antaño fueron figuras de acción, gracias a la iluminación y al gris que los cubre, ahora se tornan actores de este teatro del absurdo, donde el autor enfatiza expresiones y diálogos en mundo distópico cuya única función es identificarnos con ellos, empatizar, para después cuestionarnos sobre nosotros mismos.
Del trabajo comenzado en 2012 bajo el título de El hombre gris, se presenta ahora es una selección entorno a la desestabilización de la mente que nos introduce en el concepto de que toda idea brillante es fruto del desequilibrio y de que la locura no es sino una forma creativa de ver la realidad. Es en esa falta de linealidad, de discontinuidad que progresamos como especie.
El artista se vale de la simbología de los objetos para hacernos entender los juegos de poder representados en las sillas, las mismas que quedan vacías ante los pulpitos de estos gobernantes desquiciados o políticos del revés, las muletas que apuntalan la razón o convertidas en alas para vencer debilidades, las cariátides que soportan la mesa como soportamos todo tipo de reglas, la escuadra como forma de mirada al diferente. A través de los retratos, el autor trata de hacernos reflexionar entorno a la condición humana y su fragilidad, son espejos donde es muy difícil no verse reflejado.
Desde este circo mental donde nos encontramos, como seres inestables, que viven en esta sociedad caótica y errática, donde la maleabilidad de la mente es nuestra única herramienta, nuestra fuerza ante el discontinuo movimiento de los acontecimientos.