La Sala Sempere del Museo de la Universidad de Alicante (MUA) presentó del 28 de junio al 8 de septiembre de 2001 la exposición Del Cantábrico al Mediterráneo. 1975-2001, del artista Felipe Iguiñiz (Irún, 1943). La muestra fue la representación más completa de su trayectoria artística efectuada en territorio nacional hasta el momento.
Del Cantábrico al Mediterráneo exhibió en un recorrido cronológico la obra del artista. Alrededor de 300 trabajos, entre los que se incluyó fotografía, collage, dibujos, pintura y escultura, evidenciaron la evolución de uno de los autores más representativos y polifacéticos del panorama nacional contemporáneo, que se ha distinguido por su profundidad conceptual e innovación plástica en el campo de la abstracción. Asimismo, la exposición mostró la proyección de fotografías y dibujos, algunos de ellos inéditos, como los pertenecientes a la serie ‘Tauromaquia’.
La obra de Iguiñiz, incluida en importantes colecciones privadas americanas y europeas, está alejada de convencionalismos y estilos artísticos imperantes, e intenta reflejar con trazo enérgico y la máxima economía de elementos visuales la esencia de la vida, los sentimientos profundos. Por una parte, moldea su lenguaje plástico mediante figuras geométricas que parecen sostenerse en el vacío profundo del cuadro y, por otra, a través de una gestualidad improvisada sometida a un control filosófico.
El título de la exposición no se puede entender sin conocer al Iguiñiz viajero, que ha recorrido los cinco continentes tratando de profundizar en la psicología humana y en la cultura de las diferentes civilizaciones con el propósito esencial de conocerse mejor a sí mismo y lograr una mayor comprensión del mundo que le rodea. Pero, tras sus múltiples y constantes viajes, Felipe Iguiñiz, que piensa que la meta de todo viaje es el retorno, necesita un hogar adónde regresar. Y ese hogar es el mar: el Cantábrico, el Mediterráneo, que han influido en su forma de entender la vida y en la consolidación de su personalidad artística junto con su aprendizaje al lado de maestros como Eduardo Chillida y Jorge Oteiza.
Los principios fundamentales en la obra de Iguiñiz son la forma y el concepto, pilares donde se sustenta su experimentación creativa. La forma, que se aproxima al constructivismo por sus composiciones, es la manera personal de expresar el concepto, cuya fuerza radica, según el autor, en “la contundencia del mensaje intelectual, en el análisis profundo de la materia y en la percepción sensorial y filosófica del individuo confrontado a su propia realidad existencial”. Los temas recurrentes en la obra de Iguiñiz son alusiones a países visitados que han dejado una honda huella en su memoria; sentimientos como el amor, la pasión, la alegría o el pesar; la interacción de las fuerzas cósmicas; la música; la noche y en el terreno de lo social, el conflicto del País Vasco, donde algunas creaciones como Intolerancia (1997) o la serie Euskadi (1999) se convierten en repulsa explícita de la violencia y la falta de libertad provocadas por el terrorismo etarra.