Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos vive un período de expansión demográfica y económica sin precedentes. A partir de la década de los 50, el nivel de vida de las familias crece imparablemente: América luce con orgullo su supremacía. A la vez teme y se opone a los comunistas, a esos remotos comunistas que se infiltran. Estamos en plena Guerra Fría.
Los estadounidenses alcanzan cotas de bienestar inimaginables unos años antes. Esa bonanza, que está presente en la vida cotidiana de Norteamérica, también se ve en los medios de comunicación. La satisfacción y el logro son portada. Hay ostentación y hay exhibición de riqueza, de prosperidad. La publicidad muestra ropa de vestir y de sport, trajes de espiguilla o vestidos y faldas de mucho vuelo, sombreros para los caballeros y zapatos de aguja para las señoras, joyas que dan luminosidad y gafas puntiagudas, bañadores y lencería fina y de realce.
La revista Life, por ejemplo, recoge con precisión las tendencias de la época. O las comedias televisivas, como I Love Lucy. Pero la publicidad también muestra coches, motocicletas, neveras, batidoras, televisores: todo tipo de aparatos que satisfacen necesidades humanas, pequeños lujos que hacen más confortable y más acelerada la existencia. Vistos ahora, esos complementos y esas máquinas tienen un aire vintage, cool, y hay anuncios que aún hoy nos atraen por su glamour.
Pero la dicha material también esconde o tapa distintos malestares que no todo el mundo advierte. Uno de ellos, nada desdeñable, es el de la juventud americana: jóvenes a quienes se les ve la inquietud y a quienes se les ve con inquietud. Frecuentemente manifiestan descontento, con actitudes de rechazo, para pasmo de sus mayores. Parecen desdeñar lo heredado, lo recibido, el mundo adulto o esa prosperidad de la que se benefician. Y lo hacen vistiéndose de otra manera, uniformándose con indumentarias que los distinguen, luciendo jeans y cazadoras de cuero o pantalones de pitillo. Lo hacen al ritmo de la música, de canciones que expresan sus malestares y sus anhelos: el amor, el cuerpo, el deseo, la velocidad.
La radio y la televisión transmiten el cambio. El porvenir no dura y los jóvenes lo quieren todo ya. Ese afán, ese repudio y esa insolencia llegarán a convertirse en algo característico de las siguientes generaciones. Son rebeldes, muchachos que se agrupan en pandillas, que pilotan, que se afirman, que luchan contra la hipocresía de los adultos: son The Outsiders, como recreará Susan E. Hinton años después (1967) y rememorará Francis Ford Coppola (1983).
De los orígenes de ese malestar es de lo que se ocupa Covers. La Exposición nos pone en ruta, en la carretera: regresar a esa Nación opulenta y nerviosa, necesitada de psicoanálisis, de terapias que alivien. Nos propone volver a ese país en el que se manifiestan por primera vez la inquietud y la rebeldía juveniles tal y como hoy las conocemos. Emprendemos un recorrido por la América de los años cincuenta y primeros sesenta.
En 1951, J. D. Salinger publica The Catcher in the Rye. O como se tradujo en español: El guardián entre el centeno. En 1964, The Beatles y The Rolling Stones llegan a los Estados Unidos para actuar en la televisión, en el Show de Ed Sullivan, y para dar conciertos. Entre ambas fechas, con Marlon Brando como icono salvaje, nacen propiamente lo joven y la rebeldía. Nace también el rock y triunfa Elvis Presley, que mueve sus caderas. Entre mediados de los cincuenta y mediados de los sesenta, James Dean o John F. Kennedy ocupan la escena, son portada y mueren pronto: van a escape, toman drogas o viven el sexo. Es el tiempo de los Beatniks. La revolución de los jóvenes ha estallado provocando hondas sacudidas. Es una explosión cultural que cambia el aspecto, la existencia cotidiana, los modos de vida, los valores. Ya nada será como antes. Pero no todo es grave. Hay alegría, optimismo: como el twist que tantos bailan a comienzos de los sesenta.
A través de esas manifestaciones culturales, a través de la imagen y la apariencia, Covers pretende mostrar el origen de la contestación y la rebeldía, de las ganas de vivir y de morir joven. Con secuencias de películas, portadas de discos, canciones, fotografías y obras literarias, Covers destapará la identidad de aquellos pioneros, sus valores, lo que fue portada, lo que tuvo cobertura: lo que las cubiertas dejan ver y ocultan. ¿Cómo era la América opulenta? ¿Cómo eran esos jóvenes rebeldes? ¿Qué música escuchaban y repetían? ¿Qué canciones versionaban?
Cover es versión: reitera algo ya conocido pero a la vez introduce elementos nuevos. Las letras expresan anhelos y confirman deseos. En esa leyenda están la expectativa y la frustración, lo que se repite. La cultura de masas es eso: repetición. ¿Cómo se presentaban y se nos presentan aquellos jóvenes? De aquellos modelos y de aquellos papeles se han hecho innumerables copias: versiones y réplicas.
En 1959 aparece The Presentation of Self in Everyday Life, de Erving Goffman: La presentación de la persona en la vida cotidiana, un estudio sociológico de la dramaturgia social, de las relaciones y representaciones de los americanos. Todo un teatro. Con guión e improvisación, con música de fondo. Con banda sonora.
Bienvenidos a la América acogedora, familiar y vistosa. Bienvenidos a los años del rock ‘n’ roll.