Hambre, malaria, SIDA, campamentos de refugiados, desplazados por conflictos tribales, explotación, guerras inacabables…
Son las imágenes que nos llegan de África, el continente pobre. Inoportunos y dolorosos retratos de la desigualdad y de las injusticias olvidadas se incrustan día tras día en nuestros cerebros. Es obvio que no se puede negar esa realidad.
Pero hay más cosas, muchas más.
La pobreza y el hambre no han podido arrasar con la solidaridad, la dignidad ni, tampoco, con la felicidad. Los africanos son maestros en el arte de vivir con muy pocas cosas, y son capaces de ofrecerte con generosidad su pobreza. En Marruecos, Mauritania, Malí o Gambia lo he visto miles de veces. Con su mirada limpia y directa invitan a la sencillez, a la humildad, a volver a ser esencial.
Y esta enseñanza también es África…