Riccardo Cordero nació en 1942 en Alba, población italiana de la región del Piamonte. En 1965 se licenció en escultura en la Academia Albertina delle Belle Arti de Turín donde después pasaría a ser profesor titular de escultura desde 1990 a 2002.
Desde la década de los 60, cuando comenzó su carrera como escultor, hasta la actualidad ha participado en multitud de exposiciones tanto individuales como colectivas por todo el mundo. Presente en bienales italianas como la de Venecia, la del bronce en Padua, la del metal en Gubbio o la de Asti así como en otros países como las de Montecarlo (Mónaco), Mentone (Francia) y Amhen (Holanda), participante en muestras colectivas en Italia, Holanda, Francia, Bélgica, Inglaterra, Escocia, Austria o Estados Unidos, protagonista de exposiciones individuales en numerosos museos y galerías de poblaciones italianas y de otros países europeos, pueden contemplarse obras públicas de Cordero en ciudades como Turín, Génova, Roma, Bérgamo, Shangai, Taiwán o Damascus en Pennsylvania.
La muestra “Riccardo Cordero, obra de 1960 a 2006” es una exposición antológica que, a través de una selección de 60 obras, propone un completo recorrido por la carrera artística de este reconocido escultor italiano.
En estos más de 45 años de trabajo se pueden constatar varias etapas que quedan reflejadas tanto en la concepción de las obras como en los materiales que utiliza para sus esculturas. Abstracción, figuración e informalismo en materiales tan diversos como bronce, escayola, poliéster, hierro, aluminio, polietileno laminado, madera, terracota o acero, es prueba de una trayectoria rica en matices, en la que alterna sin solución de continuidad la obra pública de grandes dimensiones con la escultura íntima de pequeño formato.
Entre 1960 y 1966 Riccardo Cordero se moverá en los límites entre la figuración y el informalismo en una etapa de aprendizaje donde se pueden constatar diferentes líneas de investigación. Al final de este periodo destacan esculturas antropomórficas de jugadores de béisbol, fútbol americano y astronautas realizadas en poliéster, con tintes cercanos a la plástica pop.
La etapa entre 1967 y 1976 es de ruptura radical con lo realizado en años precedentes. Riccardo Cordero, inmerso en un trabajo puramente abstracto de búsqueda formal y espacial, trabajará en ensamblajes de polietileno laminado y aluminio coloreados.
En 1977 comienza un decenio en el que sondeará la potencialidad de la imagen figurativa, no como regresión sino como revisión culta de la tradición al modo de la tendencia postmoderna.
A finales de la década de los 80 se abre la que podríamos denominar la etapa de madurez del artista. Pese a que las referencias al paisaje son constantes se trata de un regreso decidido hacia la abstracción. El aspecto unificador de todo el periodo es que la obra es concebida como una forma que se relaciona y juega con el espacio, la luz, el aire y el paisaje que le rodea.
Los últimos años están marcados por obras públicas de tamaño colosal en las que a las relaciones previamente mencionadas se suma la participación activa del espectador, que transita la escultura multiplicando los puntos de vista de observación de la obra.