Las sociedades económicamente desarrolladas vehiculan su mediación simbólica a través de una noción de espectáculo que cancela definitivamente la dialéctica entre ética y estética. El espectáculo desactiva en los acontecimientos cualquier posibilidad de significado y sitúa al espectador allí donde sólo puede mirar y emocionarse, pero nunca responder críticamente. Esta tendencia des-plaza la experiencia hacia un territorio dócil y libre de controversia. La fascinación por los vídeo proyectores y las pantallas de plasma reside en la desaparición del tubo catódico y de la engorrosa evidencia de que cualquier imagen es construida. Ahora ya nos podemos mirar la pantalla como si fuera una ventana pero, y eso es lo más aliviante, desde este mismo momento nos podemos mirar la ventana como si fuera una pantalla.
Identificar imagen y realidad de manera tan inmediata conlleva riesgos: pode-mos olvidar que la imagen no es la realidad sino una de les sus representacio-nes posibles; que tras cada representación siempre hay alguien que media; que las imágenes se pueden tocar, retocar, manipular, domesticar… Cosmètica propone una reflexión sobre la manera cómo convivimos con las imágenes y sobre su influencia en nuestra comprensión del mundo.