// 28.02.2013 - 30.11.2013 / Sala ARCADI BLASCO

Arcadi Blasco. Relats de línies i fang

Arcadi Blasco


Arcadio Blasco Pastor (Mutxamel, 1928) siempre quiso dialogar y transmitir sus ideas a través de los objetos artísticos. Incluso desde la aparente dificultad comunicativa de las composiciones abstractas –unas tierras calcinadas, unos papeles trenzados con líneas...–, ha habido una voluntad innegociable por parte de Arcadio para que estas piezas fuesen capaces de narrar y de constituirse en testigos del acontecer histórico. Obras para ser disfrutadas, sí, pero también para ser leídas, para compartir su relato ético, para dejarse atrapar por la crónica adherida a su piel.

Ante nosotros se ofrece ahora una selección de las obras que el artista tiene depositadas en el MUA y que nos permiten acercarnos de nuevo a la evolución de su discurso creativo como pintor, ceramista y escultor. Los ritmos repetitivos de las arquerías de los “Coliseos” y las enigmáticas “Figuras” de su periodo de formación en Roma (1953-54), evidencian la temprana síntesis entre clasicismo y modernidad en el joven Arcadio. Pronto tomó, también, la decisión de volcarse en la abstracción (“Sillas”), una etapa delicadamente constructiva que se nos presenta ahora como recién hecha, ágil y viva, hasta llegar a piezas extraordinarias como “La cova” (1958), uno de sus innovadores “Cuadros cerámicos”, donde despliega su gestualidad expresiva derramando con decisión óxidos y pigmentos sobre unas plaquetas de arcilla y que aún mantienen el latido de la obra en acción. Se trata, sobre todo, de creaciones que reivindican el potencial artístico de la cerámica a partir de sus condiciones matéricas y que confirman el papelpionero de Arcadio Blasco dentro de la joven vanguardia abstracta española, que tuvo una notable repercusión internacional.

Durante esos años (y hasta más allá de los sesenta) aplicó su arte, en colaboración con varios arquitectos, a numerosos mosaicos, vidrieras y murales de otros tantos edificios civiles y nuevas iglesias. Paralelamente fueron germinando sus “Espirales” y “Desarrollos”, que emergen desde el lienzo casi como un símbolo de su crecimiento interior o de su asombro vital y que pasan a convertirse en “Objetosidea” cuando desde esas íntimas volutas se añade la intención de comprender e incidir sobre el laberinto social. Un capítulo muy importante es el de sus irónicas “Propuestas ornamentales para el diálogo”, a veces en forma de grandes recintos de barro habitables como los que presentó en la Bienal de Venecia de 1970. En esos momentos, Arcadio era dueño de un lenguaje propio y atractivo, reconocido más allá de nuestras fronteras. No obstante, algo grave en el contexto político le hizo cambiar el sutil sarcasmo de esas piezas por una crítica áspera, como la que se percibe en la violencia que sus “Torturas” denuncian y que constituyen un severo alegato antifranquista.

Un poco más adelante, las series conocidas como “Arquitecturas”, “Muros para defenderse del miedo” (1974-1986) y “Ruinas arqueológicas” marcan su propia transición hacia el nuevo contexto de libertades y de recuperación democrática: la radicalización del mensaje cede el paso a unas obras más reflexivas y de gran madurez creativa. Arcadio consolida un código propio y original apoyado en la riqueza de las texturas y las formas cerámicas como ámbito destacado de su creación. Sus “Ruedas de molino” (1985-1992) inciden en el discurso filosófico y en el anhelo existencial, con alegóricos orificios y algunas hendiduras donde se va acumulando un cierto desencanto junto a detalles de refinada belleza. Los “Homenajes a la Dama de Elche y a Sempere” (1988-90) ilustran el sentido de la recuperación de sus raíces, tras su vuelta a Alicante. Aquí ha desarrollado desde 1986 importantes proyectos de escultura pública para diferentes entornos urbanos y paisajísticos.

Tras los “Nuevos muros” y las “Nuevas arquitecturas”, charla con sus pintores favoritos en un acto de sinceridad artística (“Homenajes”, 1992-2002). En los últimos años, Arcadi propone otras conversaciones a partir de antiguos y nuevos lugares (“Apriscos”, 2003-08), objetos simbólicos (“Gárgolas”) o herramientas que labran la tierra (“Arados”, 2012) para seducirnos con la capacidad metafórica de estas series temáticas, de estos dibujos que juegan con la luz de su estudio en Bonalba y de unas piezas de gres sobre las que se desliza nuestro tacto con la intención de descifrar su mensaje.

José Piqueras

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