En libertad vigilada
En libertad vigilada es una actividad que busca visibilizar obras que habitan ocultas en el almacén del MUA, exponiéndose en este espacio durante un trimestre. Se trata de una iniciativa promovida por miembros del ecosistema social Peripatéticos.
El colectivo Peripatéticos lo constituye un grupo de alumnos y exalumnos de la Universidad Permanente de la Universidad de Alicante (UPUA). Tiene como propósito fundamental la organización de actividades destinadas a promover la interacción social y el estímulo de las habilidades y destrezas que permitan una vida activa tanto física como intelectualmente.
Dentro del marco de actuación del colectivo Peripatéticos ha surgido el proyecto “Casi 1.000 años de experiencia en acción”. Este proyecto consiste en la conformación de grupos de trabajo flexibles, integrados por un máximo de doce miembros, que aportan su vasta experiencia y creatividad para la realización de actividades culturales, gastronómicas, físicas, de entretenimiento y aprendizaje.
El Caserío
Xilografía sobre papel, (s/f)
Serie “Crónicas de un tiempo” (1962-1977)
Agustín Ibarrola (Bilbao, 1930 - Usánsolo, Vizcaya, 2023)
El 15 de mayo de 1975 un comando de la extrema derecha quemó el caserío que Agustín Ibarrola tenía alquilado en Ibarranguelua (Vizcaya), dejándolo totalmente inutilizable. Esa parece ser la imagen que muestra esta xilografía.
Huyendo de la persecución política a la que se veía sometido, se trasladó a la casa-taller que su amigo y artista alicantino Arcadi Blasco tenía en Mutxamel. Una parte significativa de la serie “Crónicas de un tiempo” la realizó allí.
Mediante la intercesión de Arcadi Blasco, Agustín Ibarrola donó al MUA, en 1997, siete xilografías y cuatro matrices originales para estampación. Aquí mostramos la que sirvió para grabar “El caserío”.
Agustín Ibarrola Goicoechea
(Bilbao, 1930 - Usánsolo, Vizcaya, 2023)
Pintor y escultor autodidacta con un firme compromiso político y social. Fue miembro fundador en París de “Equipo 57” y a su regreso a Bilbao se integró en el movimiento “Estampa Popular”, realizando grabados y vendiéndolos a bajo coste con el fin de acercar el arte más contemporáneo y social también a la clase obrera.
Entre 1962 y 1965 estuvo preso por militar en el Partido Comunista, siendo de nuevo encarcelado entre 1967 y 1969.
Ibarrola fue objeto de persecuciones tanto por el franquismo como después por la organización terrorista ETA. En 1975 la extrema derecha incendió su caserío-estudio en Gametxo (Ibarrangelua) y ETA, posteriormente, atacó varias de sus obras, intentando acallar su voz a través de la violencia. Sin embargo, pese a que entre 2000 y 2012 tuvo que vivir escoltado, su activismo nunca se detuvo. Ibarrola formó parte de movimientos sociales contra el terrorismo de ETA en el País Vasco, siendo miembro fundador de la plataforma ¡Basta Ya! y el Foro de Ermua, cuyo logo fue diseñado por él en 1998. Su famoso “Bosque de Oma” (Vizcaya, 1982-1991), fue objetivo de varios atentados debido a su posicionamiento contra ETA.
El “Bosque de Oma” inicia una serie de intervenciones en la naturaleza que han terminado por convertirse en obras emblemáticas de Ibarrola, algunas de ellas son “Piedras y árboles”, en Allariz (Ourense, 1999), “Los Cubos de la Memoria”, en el puerto de Llanes (Asturias, 2001-2006), “Las traviesas del Ruhr”, en Bottrop (Alemania, 2002) o las “Piedras pintadas en Garoza”, en Muñogalindo (Ávila, 2005-2009).
Poco antes de su muerte presentó en la feria de arte ARCO unas delicadas esculturas hechas de migas de pan, que había modelado durante su encarcelamiento en el penal de Burgos (1962-1965). Estas pequeñas obras simbolizaban su voluntad inquebrantable de crear, incluso en las condiciones más adversas, y la coherencia de su compromiso con la justicia, causas que marcaron toda su carrera.
EL CASERÍO EN LLAMAS
Es de noche, y el viento del norte arrastra los gritos de las montañas. Bajo la luz temblorosa del taller, mi mano danza sobre la madera, buscando el latido de la tierra herida. Mis dedos acarician las fibras, desnudan la madera como quien desvela un secreto, y con cada corte del buril, el bosque respira en el eco de las montañas.
El caserío se alza en mi mente, rodeado de robles, un gigante de piedra que guarda el susurro de las generaciones. Pero ahora arde, y en su fuego veo las lágrimas de los ancestros, la furia de la tierra que no calla. El fuego se apodera de mi alma y mis manos tiemblan, esculpiendo las llamas que devoran la memoria. Los árboles crujen en el silencio de la noche y el cielo se rasga en un grito de cenizas.
Al final, el caserío en llamas se alza en la madera, inmortalizado en un instante eterno de dolor y belleza. Las líneas de mi xilografía son surcos de la tierra, cicatrices en la madera que cuentan la historia de un pueblo que resiste, que no olvida. He terminado, pero el eco del fuego aún arde en mis venas.