// 27.09.2002 - 11.11.2002 / Sala NAIAS

Enredarte

Francisco Javier Abarca Álvarez, Manuela Avilés Martos, Javier Callejas Sevilla, Antonio Collados Alcaide, Juan Escobar Posadas, Ángel García Roldán, Linarejos Lucena Morenos, Pilar López Pérez, Eva María Luque Martín, Miguel Ángel Melgares Calzado


La exposición que la Universidad de Granada presenta no es más que el reflejo de ese encuentro dialéctico que a diario se nos presenta, encuentro dialéctico que desde las aulas se transmite a la calle en un enfrentamiento osmótico que autonutre a ambas.

De un lado, la realidad corpórea de la obra física de Arte Contemporáneo, las obras que, henchidas de concepto, depuran su forma tomando sentido el color y el volumen frente a la anécdota y la narración, obras cuyo cuerpo es más 'corpus' que materia, aunque la evidencia de lo material se nos muestre con contundencia. De otro lado la obra virtual, la obra que, con el sólo soporte de la imagen a través del monitor, narra como nos narró el Barroco. Nos muestra la imagen, sobre todo la imagen del cuerpo, como el romántico desde la sensualidad o como lo hizo el Neoclásico desde la contundencia de lo material.

El enfrentamiento, el cuerpo a cuerpo o, mejor dicho, el 'corpus' a cuerpo está establecido. El enredo, la confusión y el caos están servidos.

Desde la pretendida, y a mi juicio lograda, contemporaneidad y actualidad, los dos tipos de obra expuesta presentan una fuerte lucha, evidente desde la misma forma expositiva.

Las obras virtuales, los video-mix, las obras interactivas, mostradas en soporte informático, demostrativo del avance también en lo conceptual, pueden evidenciar algo que, desde el deslumbramiento que las nuevas tecnologías nos pueden provocar, pudiera no ser más que un simple retroceso en el arte actual. La lucha, que desde principios de la contemporaneidad, se establece por despojar a cualquier manifestación artística de la anécdota, de lo narrativo o de lo simplemente "mostrativo" parece haberse perdido en este tipo de obras. Obras que narran, como narra la "balsa de la medusa", que muestran el cuerpo en esplendor como las esculturas de Thorvaldsen, o que permiten el juego narrativo y a veces vacío de concepto como el 'transparente' de una catedral Barroca.

La evidencia manifiesta de este aspecto no tiene por qué ser necesariamente un retroceso en las ciber-obras, quizá es sólamente un condicionante más del cuerpo, del medio elegido para transmitir. Quizá el contrasentido estaría en una simple pantalla negra o roja, al mismo nivel que estaría en la representación figurativa en un soporte pictórico o escultórico como los elegidos en las otras obras.

Y es que, si hablamos como posible retroceso de los conceptos frente a las narraciones en las obras 'ciber', podemos también hablar de anquilosamiento en lo que de género presentan las obras con soporte tradicional; podríamos hablar de la comodidad que estas obras presentan desde la evidencia de su seguridad en lo correcto, en lo que desde la contemporaneidad se podría considerar plenamente asentado.

Así pues, sólo cabe pensar que el acierto de estas obras esté en el cuerpo a cuerpo que mantienen , en el enredo dialéctico que unas frente a las otras establecen, en el guiño que desde una pantalla se lanza al concepto atrapado en un lienzo o el anhelo con que una bolsita de té mira la historia, quizá su propia historia reflejada en un monitor.

Y es que sólo cabe preguntarnos, ante lo versátil del arte hoy: ¿quién mira a quién?

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